El caballero de la triste figura
No es
don Quijote, pero como si lo fuese. Salió a la cabalgata de gigantes y
cabezudos, pero probabalmente trabaja detrás del mostrador de algún bar o
barre las calles al amanecer en la pequeña ciudad. No cabalga en un caballo
real, ni siquiera en Rocinante. En vez de llevarle el brioso corcel, es él
quien arrastra colgado de sus hombros un gran caballo de cartón. Pero
contribuye a la fiesta y al sueño de los niños que lo ven pasar por la calle
como un caballero, como un quijote del pueblo para alimentar ilusiones y
desfacer entuertos de quimera. No somos lo que somos o lo que la gente cree
que somos. Somos en realidad lo que nuestro corazón quiere ser y sobre todo
quiere y sabe dar