Supermercado de la vida



Eva tuvo sólo una manzana sobre la que decidirse. Nosotros, toda la frutería de una sociedad consumista que nos ofrece en su mostrador una variada colección de olores, colores, sabores. Eva fue tentada con comer del árbol del bien y del mal, y la engañifa de poder llegar a ser como Dios. Hoy el engaño es mucho más sutil: comprar cosas que dan poder, belleza, éxito sexual, prestigio, fama; pisar a los otros para subir, creerme algo. Tantos frutos, que nuestro peligro más cercano es la diarrea mental, el no saber quienes somos y dónde estamos. Ignacio de Loyola, en medio de tanta confusión, nos dio una clave para este supermercado de la vida. Elegir lo que más me ayude para el fin profundo de mi vida y rechazar lo demás. ¡Pero qué escondido y secreto anda hoy ese dulce y alimenticio fruto del amor!