Mística en calderilla
Se ha dicho que las grandes fiestas religiosas del pueblo son herederas de conmemoraciones paganas: los solsticios de invierno y verano, los equinoccios y las fases estelares del trabajo agrícola o de la vida familiar, como nacer, crecer, casarse, morir. Hitos que se conmemoraron siempre con algún festejo o procesión. Pero ¿acaso no estuvo siempre detrás la búsqueda de algo más? Cuando miraban en sus ritos a la luna, la tierra, el fuego, el aire, el sol, la piedra, la montaña, el cuerpo humano, los hombres de todos los tiempos han buscado la dimensión cósmica y trascendente de la vida. Por esta razón nadie debería despreciar la religiosidad sencilla y popular. Como esta procesión de aldea portuguesa que, fotografiada hoy, parece arrancada de los años cuarenta. Frente a la religión conceptual, abstracta, cerebral y “dogmática” el pueblo necesita que las cosas le entren por los ojos y sacar a la calle el color y la vida de sus intuiciones profundas: sus vírgenes, su canto, su esperanza. Mística en calderilla, pero mística.