Tengo sed

“¡Agua, no huyas de la sed, detente!”, verso de Gorostiza que me viene a la memoria al contemplar la concentración con que este chaval  bebe esa frescura que bendice sus entrañas. No hay que buscar agua  bendita para apagar la sed. Toda agua es bendición; compone más del noventa por ciento de nuestro cuerpo, hace germinar los campos, es el futuro de la humanidad. Llenó para siempre el cántaro de la Samaritana; viva, salta de nuestro propio manantial hasta la vida eterna, y ni un humilde vaso ofrecido al caminante quedará sin recompensa. Hoy el agua, dicen, es un bien escaso, que pone de actualidad el dicho popular: “Agua que no vas a beber, déjala correr”, o mejor no la malgastes. Pero sobre todo el de un Cristo sediento que desde lo alto del monte vuelve a gritar: “¡Tengo sed!”, una sed de otra agua que se perpetúa en tanta garganta reseca. Agua, no huyas de la sed del mundo.