Un disco exótico


 

De pronto, entre los discos de dirección prohibida, límite de velocidad, paso de cebra y próxima rotonda, como una sorpresa, esta flecha que señala al viandante dónde están las velas. Por supuesto pertenece a un santuario, y más en concreto a Fátima, donde la gente compra velas  al por mayor para llevárselas a la Virgen. Pero ¿qué tal estaría que en la ciudad nos pusieran algunos discos de estos indicándonos dónde encontrar algo de silencio, un rincón de paz, una mirada de cariño, una mano tendida, cualquier sonrisa de comprensión? Los discos de tráfico evocan atascos, el sonido del claxon, la prohibición de aparcar, la tensión de llegar a tiempo. Esta señal en cambio, tan sencilla y pacífica, sugiere el fuego de una candela que hemos de tener encendida para  cuando llegue el esposo; que Jesús vino “a traer fuego a la tierra”; que se definió a sí mismo como una luz que al mismo tiempo es camino y vida. O simplemente esos ratos eternos en la penumbra de la iglesia intentando ser una chispa o al menos un pabilo humeante que lucha por permanecer encendido en medio de la oscuridad.