Acto de fe



 

Era aquella hora incierta de la tarde en que el sol va de despedida y la calma caía como un manto sobre el mar dormido. El dragaminas al fondo había encendido sus linternas, puntos de luz que rielaban sobre las aguas. Debajo, pescadores pacientes desgranaban horas eternas de silencio. Y ellos, como dos náufragos, se limitaban  a contemplar el paisaje espejo de su amor. Hubieran deseado detener el instante como las rocas  sobre las que se asentaban. Pero no estaba en sus manos atrapar el futuro, pálido e incierto como el miedo tembloroso del atardecer. Sólo les quedaba abandonarse y creer que se amarían siempre. Al menos eso se dijeron convencidos de que el amor tiene mucho de misterioso acto de fe.