Su mejor amiga
Llegó por fin el gran día de su boda, y al salir de la iglesia, todavía con granos de arroz en el cabello, quiso hacerse una foto con su mejor amiga. Compañera de pupitre y juegos, confidente de alegrías y tristezas, cómplice de los primeros amores. Ella probablemente la conoce mejor que su madre. Y, cuando pase la luna de miel y venga el primer hijo, las desavenencias, distancias y soledades propias de cualquier matrimonio, y los años, los kilos, las arrugas, los malos tragos, ella, la amiga de siempre estará allí sin pedir nada a cambio, porque no hay nada más gratuito y libre que el amor de amistad. Entonces quizás señale esta foto empalidecida por el paso del tiempo y colocada en un marco sobre el viejo aparador, y le dirá a los hijos de sus hijos: ¡Mirad, mi mejor amiga! En ese momento se parará el reloj, la incertidumbre y el miedo, porque para el amor verdadero no pasa el tiempo, ni siquiera la muerte.