Canto y encanto de las flores
¿Hay algo más gratuito que comprar flores? En este mundo, dominado por la ley del mercado y el beneficio rápido y feroz, cuando alguien adquiere una flor, compra un suspiro, un aroma fugaz, un sueño instantáneo. Sólo compran flores quienes tienen anclada el alma en la eternidad. El que en el alelí ve un mayo entero; una estrella de abril en el lirio, o un rayo de luna atrapado en la piel de la blanca magnolia. Quien sabe entrar en el corazón del otro con la rosa y esconderse en la virtud diminuta de la solitaria violeta, una flor que, como decía Leopoldo Lugones, “basta para hacer un poeta”. Quizás por eso las flores sólo tienen su sitio en el pecho de la persona amada y en el búcaro en penumbra a los pies del altar. Su encanto es el temblor de esperanza del que se sabe de paso.