Gigantes
Don Quijote los miraba amenazantes, lanza en ristre y con los ojos desorbitados, mientras
el realista Sancho pretendía en vano disuadirle: "Que no son gigantes, mi señor, sino
molinos". Probablemente fueron estos pacíficos y soleados molinos de Consuegra o similares
los que inspiraron a Cervantes a mostrar en este episodio de su genial novela cómo nuestra
obsesionada mente puede llegar a ver lo que quiere ver y no lo que en realidad hay delante
de nuestros ojos. ¡Cuántos miedos, angustias y otros virus mentales dependen de una óptica
apasionada y errónea! ¿Qué grandes o pequeñas locuras nos impiden ser en realidad felices?
Aunque a fin de cuentas ni Sancho ni don Quijote tienen toda la razón. Porque son molinos,
si, pero molinos cuyas aspas, gracias al ensueño, pueden convertirnos en gigantes.