La consulta
El viejo despacho de la consulta del doctor, reproducido en un museo de Olivenza
(Badajoz), no sólo tiene sabor a rancio. Habla por sí solo de una época donde el
tiempo gozaba de otra dimensión. Es cierto que el instrumental médico era pobre y
que la medicina ha progresado mucho tecnológica y preventivamente desde entonces.
Pero me imagino en ese marco a don Pablo, el amable médico de cabecera de toda la
vida, diagnosticando a sus pacientes a golpe de fonendo y grandes dosis de
intuición; con aquel Rayos X de artesanía, su báscula elemental y la decrépita
Underwood para escribir informes a dos dedos. Y se me antoja que todo era más
personal, más humano, menos estándar y menos frío en orden a curar el alma.
“¿Qué tal su esposo? ¿Y los niños?” “¡Ay, doctor, qué tranquila me ha dejado! No
deje de venir a comer a casa cualquier día...”