El niño y el mar


 

              Hay gente que se empeña en entender a Dios. ¿Cómo Dios permite eso? ¿Por qué me mandó aquello? ¿Cómo voy a creer, si me arrancó a mi hijo, a mi marido? Valdría como única respuesta esta hermosa leyenda atribuida a San Agustín: "En cierta ocasión en que el glorioso doctor se hallaba en África, mientras iba paseando por la orilla del mar meditando sobre el misterio de la Trinidad, se encontró en la playa con un niño que había hecho un hoyo en la arena con una pala; recogía agua del mar y la derramaba en el hoyo. San Agustín al contemplarlo se admiró, y le preguntó qué estaba haciendo. Y el niño le respondió: “quiero llenar el hoyo con el agua del mar”. “¿Cómo?” dijo San Agustín, “eso es imposible, ¿cómo vas a poder, si el mar es grandísimo y ese hoyo y la pala muy pequeños?”. “Pues sí podré”, le contestó el niño, “antes llenaré el hoyo con todo el agua del mar que tú comprendas la Trinidad con el entendimiento”. Y en ese instante el niño desapareció."*  El mar entero no cabe en un agujero, pero en cualquier caso lo que cabe, ¿no es también algo del mar? No podemos abrazar al infinito, pero sí sentir una bocanada de su mar en nuestro pequeño corazón.


 

* De la Leyenda Áurea o Vida de Santos, Reunida por Jacobo de Voragine, Arzobispo de Génova en 1275, y publicada en 1470. Traducida al inglés por William Caxton en 1483.