El parque y el ordenador


 

              Cuando ayer abriste tu ordenador portátil en el parque, ¿pensaste en cuántos gigas harían falta para contener todos las variaciones del color verde del parque que tenías delante? ¿Te detuviste un instante, antes de navegar por Internet o chatear con los amigos, a escuchar el milagro del silencio? ¿O, drogado por la obsesión de un nuevo programa, el frenesí de un trepidante juego galáctico o el piratear como un loco canciones y “pelis”de la Red, te enajenaste una vez más perdido en un mar de impactos, leyendo sin leer, viendo sin mirar, buscando sin encontrar? ¿Por qué, antes de abrir el word y “copiar y pegar” sin ton ni son, no apagas un momento la máquina y miras a tu alrededor? Quizás en un primer momento te sientas abrumado por el silencio, el rumor del viento entre las hojas y el canto de algún olvidado pajarillo. Pero luego, detrás de ese silencio y en el latir solitario de tu corazón quizás puedas percibir una música escondida, una palabra callada, un universo total que nunca alcanzarás en web alguna, porque sin darte cuenta navega con luz dentro de ti y en el bendito Cosmos que te rodea.