Pasión del pueblo



Imagen de otro mundo, entre timbales y trompetas, por cualquier bocacalle, como un lamento hecho color, surge el cortejo procesional, extraña mezcla de raso, fuego, flor, saeta y sangre. ¿Por qué el pueblo español ha convertido la Pasión de Cristo en una fiesta? Quizás porque, desde un instinto nacido de la fe, este dolor de vivir no es para él  un fracaso, sino una semilla de alegría y resurrección. Nuestro mundo se ha secularizado, sí. Muchos penitentes y nazarenos quizás no vayan a misa y sean creyentes de nombre. Pero salen cada año cargando el paso o portando  devotamente su cruz o su cirio. Y, por unas horas, la noche se ilumina al paso del crucificado, y la calle, íntima y estremecida, contiene la respiración ante la única razón de vivir: el amor gratis, la entrega incondicional que convierte al hombre en Dios