La sonrisa de veras



Nuestras sonrisas con los años se van volviendo sofisticadas, corteses, frías y hasta hipócritas. Sonrisas de relaciones públicas, de vendedor, de secretaria correcta, de ejecutivo eficaz, de novia complaciente. Hay en nosotros muchas veces desconexión entre la expresión y el alma, protección frente a la vida, renuncia más o menos definitiva a la alegría. Pero el bebé, cuando sonríe, es todo él sonrisa, unidad entre el ser y el parecer. Por eso Jesús nos dijo que si no recuperamos el niño interior no entraremos en el reino. Decía Ortega y Gasset que sólo vivimos  verdaderamente las horas que el niño logra vivir en nosotros. Y es que somos muy formales la mayor parte del tiempo, “pero en las cimas de la vida, en el sumo dolor o la dicha máxima, el niño en nosotros reaparece”. Entonces se produce el milagro,  es como si Dios volviera a hacerse hombre, es como si de pronto de nuevo fuera Navidad.