Nana para un vagabundo
No eres un querubín, ni un niño, ni un bendito, ni un inocente. No es hora de dormir, sino mediodía. No estás en tu cama, sino en la puerta de una iglesia de Guadalajara, por más señas. No tienes pudor de quedarte frito así a la intemperie, y te importa un bledo qué puedan pensar los viandantes. Probablemente te ha inducido al sueño una o dos botellas de tintorro peleón. Pero estás solo, posiblemente nadie te quiere -quién sabe si te lo has ganado a pulso-, y eres lo que la sociedad llama un vagabundo, un sintecho y un marginado. Pero se me antoja que tienes sentido del humor como para atarte la bandera española en la pantorrilla derecha, y que añoras de noche tu pedazo de infinito. Por todo eso y porque eres querido del buen Dios, único, genial e irrepetible a sus ojos, te canto mi nana, nanita ea.