"El retrato"
Reseñas y comentarios
el mundo
Pedro Miguel Lamet: ‘Jesús subvirtió el orden
político’
Decir que la figura de Jesús de Nazaret está de moda puede parecer una
perogrullada, tratándose del personaje quizá más influyente de la Historia.
Pero así es. Lo novedoso es que coincidan rigurosos estudios académicos,
basados en descubrimientos arqueológicos (una supuesta tumba y una barca) o
documentales, con proyectos puramente comerciales, llámense El Código Da
Vinci o Jesucristo Superstar. Al Jesús que aparece en esos productos, el
escritor y periodista Pedro Miguel Lamet (S. J.) lo considera un Jesucristo
de supermercado.
Frente a esa imagen distorsionada, rodeada de «tonterías esotéricas», Lamet
ha querido presentar otra más seria, basada en los estudios más recientes,
los de la llamada «tercera búsqueda del Jesús histórico», que atiende al
entorno geográfico social y humano en que vivió el galileo. Lo ha hecho en
una novela histórica, El retrato (La Esfera de los Libros), porque ese medio
le parecía más adecuado para llegar al público amplio al que quiere
dirigirse.
Además de la mayor facilidad de lectura que se le supone a una narración
sobre un ensayo académico, Lamet cree que la novela, la creación en general,
siempre añade algo: la puesta en escena, el hacer presente a los personajes.
«He querido sacar la espiritualidad, la psicología de esos personajes, igual
que hacía El Greco en sus cuadros, aunque éstos siguieran unas normas
establecidas», señala. «Siempre he echado de menos la transmisión de la
vivencia de Jesús», añade el escritor.
La tesis del libro es que a Jesús lo mataron por ser un revolucionario,
alguien que subvierte el orden político-religioso establecido, representado
por el Templo, «el gran negocio, la gran fábrica de dinero de entonces»,
explica Lamet. Jesús echó abajo aquel orden, desalojando a los mercaderes a
latigazos, pero, sobre todo, con su palabra y su ejemplo.
Palabra y ejemplo que se resumen en muy pocas palabras: el amor (amor
gratuito, a cambio de nada, precisa Lamet, frente a la ley y la norma. Jesús
no fue un leguleyo como los saduceos (la aristocracia sacerdotal), ni
predicó la violencia como los zelotas (aquella especie de batasunos de la
antigüedad; Lamet prefiere escribirlo así, aunque la Academia diga que es
zelotes), ni se apartó del mundo como los famosos esenios (conocidos sobre
todo a partir del descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto). Jesús
fue un predicador itinerante que, como se sabe, se mezcló con lo mejor de
cada casa: los enfermos, las mujeres en general y las putas en particular,
los odiados publicanos, los antipáticos samaritanos e incluso algún
centurión.
Y en ese ir y venir ¿tuvo la intención de fundar una nueva Iglesia? «Jesús»,
dice Pedro Miguel Lamet, «fundó una ecclesía, una asamblea, una comunidad
presidida por Pedro, que era un pescador más bien bruto, todo corazón. No
tuvo idea de hacer una Iglesia como ésta. Y el regalo que Jesús dejó a sus
seguidores fue el espíritu, que sopla donde quiere, y que es lo que hoy
mantiene a la Iglesia. Jesús está vivo en todo aquel que ama gratuitamente.
Frente al Jesús de supermercado, está este hondo Jesús que sigue atrayendo».
Sin caer, pues, en tonterías esotéricas de supermercado, Lamet sí cree que
las mujeres, y, por tanto, María Magdalena en lugar destacado, tuvieron un
papel importante entre el grupo de sus seguidores. «Fueron mujeres las
primeras que le vieron resucitado; y yo creo que la Magdalena estuvo
enamorada de Jesús, la cuestión es cómo lo estuvo».
El retrato presenta también el entorno social y geográfico en que vivió el
galileo, un entorno que no era tan pobre como a veces se piensa y que se
parecía en algunas cosas a nuestro mundo. «Había ciudades muy importantes,
una mezcla de culturas y lenguas (hebreo, arameo, latín, griego), una clase
alta muy helenizada, es decir, elegante y culta, y una clase baja llena de
parados y oprimida por los impuestos; por eso muchos pescadores se iban con
Jesús, porque no tenían otra cosa», concluye Lamet.
El mundo, 26-10-2007
El Cultural
No hay parcela de la existencia humana que se libre de la voracidad de la
novela histórica: cualquier tiempo un poco alejado, lugares cercanos o
remotos, personajes principales o secundarios, nada se salva de este asalto
que vampiriza, además, todos los géneros conocidos. Cualquier forma
narrativa sirve bajo el membrete de histórica. El polifacético Pedro Miguel
Lamet (Cádiz, 1941) ya había acrecentado la incontable nómina de este género
con varias recreaciones de temática religiosa y ahora agrega El Retrato.
Imago hominis. El personaje que aborda no puede ser más sugestivo, ya que se
trata nada menos que de Cristo. Y el propósito lo marca una rotunda cita de
Ernest Renan que encabeza el libro; el historiador francés proclama en ella
que la idea de Jesús fue la más revolucionaria que haya concebido la mente
humana.
Lamet presenta las memorias donde el tribuno y escritor romano Suetonio
refiere el viaje secreto que hizo por orden de Nerón para preparar un
informe sobre la situación política y religiosa de Palestina. El relato se
sostiene en el esqueleto de las etapas del espionaje y éstas se utilizan
para recrear formas de vida y conflictos sociales, y para dar noticia del
marco institucional del imperio y del pasado de la región. Todo ello se
hilvana tras el rescate de la figura de Cristo, recién crucificado. El
narrador interroga a gentes que lo conocieron, conversa con los apóstoles,
incluso visita al resucitado Lázaro y sus hermanas en su casa, cae en manos
del bandolero Yeshua Bar Abbá (o sea, el malvado Barrabás), conoce a la
Magdalena y aprovecha para preguntarle si amó al nazareno como mujer...
Fascinado Suetonio por Jesús, se obsesiona con localizar el retrato que
alguien, al parecer, le hizo y esta especie de Grial se convierte en hilo
del viaje.
Lamet se centra en el Jesús histórico, lo muestra en su dimensión humana y
expone su mensaje dentro del contexto de época. El autor no disimula su
voluntad de convertir esta materia en sí misma atractiva en algo ameno. Para
esto dispone un relato lineal, sin complicaciones y con dosis de acción,
erudición, pensamiento, lirismo y costumbrismo. La base formal se apoya en
técnicas de eficacia comunicativa comprobada. La novela se compone como un
puzzle de modelos: un relato bizantino de aventuras aliñado con las
sorpresas y sobresaltos esperables (secuestro, rapto, desaparición,
violación), una narración viajera animada con estampas exóticas, una trama
de investigación en la que el narrador y su compañero remedan a la pareja de
detective y ayudante y un relato sentimental (el sinvivir de Suetonio por
causa de su bella esclava judía). También se emplean recursos efectistas:
gotas de feminismo a cuento de la pecadora Magdalena, y gramos de humor por
medio de un fenicio que hace honor a la mala fama de su pueblo.
De este conjunto de recursos sale una novela dirigida a un lector feliz de
recibir ese ramillete de noticias y de que le cuenten ajetreadas peripecias;
que disfrute ante algunos anacronismos y no repare en tópicos ni frases
hechas. Pertenece, en realidad, El retrato. Imago hominis a una modalidad
especial acuñada en la presente oleada de novelas sobre el pasado:
divulgación histórica disuelta en el agradable excipiente de un relato
inventivo, folletinesco y ameno. La novela de Pedro Miguel Lamet apuesta por
la literatura como narración entretenida.
Santos Sanz Villanueva
El Cultural, 26-10-2007